
Individualizo aquí el apartado de la correspondencia enviada por ferrocarril con sus característicos matasellos «ambulantes»
El primer ferrocarril español comenzó a funcionar en 1837, entre La Habana y Bejucal. En la península ibérica, existió un proyecto no realizado para comunicar Jerez con el Puerto de Sta. María y de ahí a Rota y Sanlúcar de Barrameda. Ya en 1848 se inaugura la línea Barcelona — Mataró. Como dato significativo señalar, que en 1866, es decir, 18 años después de la inauguración del ferrocarril de Barcelona, la red ferroviaria española había construido el equivalente a la cuarta parte de los kilómetros de vía que existen en la actualidad.
Siendo el principal factor de creación de los ferrocarriles, el transporte de mercancías y personas de forma rápida y económica, el correo no podía ser menos, y se subió al tren.
Los fechadores ambulantes son aquellos que se colocaban en las estafetas para la correspondencia que viajaba en ferrocarril y en ocasiones también era transportada por carretera (existen ambulantes marítimos, pero por razones obvias no los estudiaremos aquí).
Su forma inicial fue circular, y así lo podemos ver en los primeros matasellos de este tipo. Posteriormente, a partir del oficio de 3 de diciembre de 1878, toma forma octogonal con dos líneas paralelas en el centro, que marcan la zona del fechador. Por encima de estas líneas hay unas siglas AMB. ASC. (ambulante ascendente!) o AMB. DESC. (ambulante descendente). Bajo esta leyenda aparece en número romano que también indica si es descendente (l) o si es ascendente (II).
La denominación ascendente o descendente y los números romanos desaparecerán en la década de los años ’20 – ’30 de pasado siglo. La franja central corresponde al bloque fechador con dos dígitos para el día, tres letras para el mes y las dos últimas cifras del año. La zona inferior del fechador indica la línea ferroviaria.
Los matasellos ambulantes tienen una forma octogonal, de 30 mm de diámetro, excepto los de vía estrecha que son ligeramente menores. En 1992 asistimos a la desaparición de los ambulantes ferroviarios, siendo sustituidos por el transporte de la correspondencia por camiones, que según Correos hacían los mismos trayectos en menos tiempo. Los ambulantes operaban de noche mientras los trenes cruzaban España. Se recogía la correspondencia en la estación de inicio o en las estaciones de destino si el trayecto era a la inversa, y durante la noche se hacía todo el trabajo de distribución. De esa manera, cuando concluía el viaje, las cartas estaban agrupadas y salían directamente hacia su reparto por los carteros.
Bibliografía
- Álvarez. G. y Llorens, S. 1984. Los ambulantes de carretera móviles y C.E.V. de España. Proyecto de catalogación.
- Dasí, T. 1979. Los fechadores octogonales de los ambulantes de ferrocarril. Ed. Filatelia Numismática Guadalquivir
- Jiménez Villa, D. 2010. Ambulantes de ferrocarril en Asturias. Ed. Grupo Filatélico y Numismático de Gijón
- Román Ibáñez, W. y Martín Verona, I. 2022. Secundarios de Castilla. Ed. Aruz Ediciones